
Y así es como pasamos parte del puente en la carretera, como borregos, uno detrás de otro y a poder ser pitando a los demás para demostrarles que nosotros conducimos mejor, intentando ganar un minuto si nos colamos delante del que va despistado, cambiándonos de carril porque hemos visto que el de al lado ha recorrido medio metro más en un minuto.
Me imagino mirando la situación desde fuera y no deja de ser cómica, gente que se mete en un coche y se trasforma, a veces me recuerdan a los niños que se ponen en la fila para entrar al cole y si consiguen avanzar un puesto es todo un logro, pero todo esto con personas adultas, muchos de ellos con traje de chaqueta que parece que en un momento van a sacar la cabeza por la ventanilla para decir "chincha, te he ganado".
Esto se puede ver más aún en los atascos en ciudad, un día de diario. Un conductor sereno se acerca a una calle atascada, los semáforos cambian de color pero los cruces están colapsados y los coches no se mueven... puedes ver cómo poco a poco esos hombres de negocios con su traje recién planchado y su maletín de cuero en el asiento del copiloto se empiezan a enfadar... un coche se cruza de carril y comienzan los insultos, como si se fuera la vida en ello. Pero es mejor aún cuando la carretera está llena de coches, no se puede pasar por ningún lado y de pronto a uno se le ocurre una idea genial: pitar, claro, ese pitido desintegrador de coches q hace que en un momento desaparezca el atasco y puedas pasar libremente, ¡cómo no se nos había ocurrido antes!, y si, efectivamente, el resto de los conductores empiezan a pitar también, gran idea, la idea del borrego.
Todo esto me hace pensar y una vez más decidir que no quiero ir en coche por ciudad cuando hay atasco y que no quiero volver a salir en puente, pero como todos nosotros, se me olvidará y volveré a hacerlo, "ya que tengo un día más..."